Excentricidades de la fauna y la flora

01.01.2024

Las especies invasoras son animales, plantas u otros organismos que pueden reproducirse fuera de su área de distribución natural, en hábitats que no les son propios, y que generan alteraciones en la diversidad y función de los ecosistemas y la salud pública. Después del daño, lo único que queda es la intervención humana para controlar los riesgos potenciales que se puedan derivar.

Llevar estos ejemplares a un lugar donde no son nativos es sinónimo de falta de conciencia ambiental, pues esto significa que -para tenerlos- se cometió el delito de tráfico ilegal de fauna silvestre. Un fiel ejemplo -y a gran escala- fue lo que ocurrió en los años ochenta, cuando un personaje conocido –cuyo nombre no vale la pena mencionar- transportó desde el exterior hacia el Magdalena Medio (en Colombia) jirafas, flamencos, dromedarios, rinocerontes y cebras, entre otros.

Luego, algunos de estos animales fueron trasladados a zoológicos. Otros, murieron. Los que continúan son los hipopótamos del narcotráfico, que lograron adaptarse al nuevo entorno y que hoy se han salido de control porque, de un lado tienen una expectativa de vida de 50 años, y se han reproducido con gran facilidad: "importaron" cuatro y hoy superan los 160.

El problema es que por su fuerza y agresividad se han convertido en un peligro para los habitantes de la región, han desplazado especies nativas y han afectado la composición química de los cuerpos de agua que habitan. Incluso, entiendo que estos pueden continuar desplazándose hasta llegar a la costa.

A juicio de los científicos colombianos, la única solución es sentenciarlos a muerte. Ellos han señalado que exterminarlos no pondrá en riesgo su existencia, a pesar de que son vulnerables de encontrarse en peligro de extinción, según la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, 2022).

No pretendo entrar en confrontaciones técnicas, pues seguramente los profesionales tuvieron todo el rigor para sustentar su propuesta. Sin embargo, considero que no se puede olvidar una premisa superior: se trata de seres sintientes que, a la fuerza, fueron extraídos de su hábitat natural.

Otro caso menos notorio, pero igual de complejo por sus implicaciones, son los caracoles africanos y europeos, que llegaron a América por razones económicas. El de jardín ingresó a Colombia en la década de los 60 para incentivar su cultivo para uso humano y suplir la demanda de los países consumidores por tradición (España, Francia e Italia). Entre tanto, el africano se masificó a partir del 2010 para su comercialización por las supuestas propiedades mágicas y curativas para la piel, principalmente.

Estas inserciones ahora tienen en aprietos a las autoridades ambientales, la salud de las personas y las especies nativas. Para controlarlos, se deben utilizar químicos que afectan el pH de la tierra y que ponen en riesgo (en muchos casos) a los animales silvestres y de compañía. Hoy no tenemos un mecanismo acertado, pues está supeditado a la caza manual y a la incineración –en la que, en ocasiones, también perecen las especies endémicas.

Podría seguir describiendo un sinnúmero de casos de fauna, sin contar los de flora, pero 

se trata de entender que las acciones que tenemos como humanos frente al medioambiente no son aisladas y terminan impactando nuestra salud y nuestra existencia, debido a que la distorsión de los ecosistemas puede cambiar las dinámicas naturales.

Solo leer y enseñarles a otros este tema puede marcar la diferencia. Hoy me atreví a escribir. ¿Qué tal si todos decidimos aprender y educar a los demás? La conclusión sería que todos podríamos lograr la construcción de un futuro sostenible, donde la vida, en todas sus formas, sea sagrada.