Ni vegano ni vegetariano, flexitariano

01.01.2024

Muchos han señalado que la evolución humana no fue solo por el pasar de los años sino, principalmente, por la alimentación que tuvieron los primeros homínidos cuando solo recolectaban y comían frutas, verduras o, incluso, hasta raíces y nueces. Esto motivó, además, la capacidad para desarrollar herramientas con huesos y piedras filosas para cortar y romper las texturas de algunos alimentos.

Al menos 10 mil millones de años atrás la comida no estaba en una despensa o con la posibilidad de adquirirla fácilmente: tenía una condición; era estacional y escasa. Sin embargo, la evolución del cuerpo y el cerebro se debe también a muchos factores, como la llegada del fuego -que permite activar los nutrientes de algunos comestibles una vez están expuestos al calor, sumado a que cuando hay ausencia de cocción se gasta más energía para poder digerirlos- pero hay quienes afirman de manera categórica que la evolución se debe, fundamentalmente, al consumo de carne.

Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (2021), cerca de 4 mil millones de hectáreas están destinadas para la ganadería: tierras de pastoreo y arables usadas para la ingesta de los animales. Y es muy posible que una porción importante de ellas sean producto del cambio de vocación del terreno, es decir: humedales que se secaron o bosques que se talaron para ampliar la barrera ganadera, distorsionando ecosistemas y cultivos.

Esta actividad económica actualmente produce cerca del 14% del total de las emisiones de gas metano (uno de los Gases de Efecto Invernadero más contaminantes), que procede de la fermentación entérica y el estiércol (FAO, 2021). Y es solo una muestra de cómo un sector está incidiendo de manera drástica en el cambio climático.

Para unos, ser vegano es cuestión de filosofía por el cuidado del medio ambiente y, sobre todo, respeto por otras especies, al no consumir ningún producto de origen animal. Otros señalan que ser vegetariano es sinónimo de responsabilidad, porque si bien no comen carne, sí ingieren leche, huevos, entre otros, lo que les permite tener un régimen de vida que es aplaudido por unos y criticado por otros pero que, en últimas, es una cuestión que impacta la salud, la economía y la sostenibilidad del medio ambiente.

Quienes son críticos de las posiciones sobre ser veganos o vegetarianos advierten que ingerir carnes atiende a razones culturales, sociales, históricas y al placer por la gastronomía. También a espacios de celebración que unen a las personas en función del licor, la música y la comida, que terminan estimulando unas dinámicas consumistas, sin pensar en los riesgos ambientales.

El problema es que la ganadería pone en riesgo al mundo. Y no se trata de entrar en el debate de ser veganos o vegetarianos, sino de tener conciencia de nuestros hábitos alimenticios, pues pueden impactar de manera positiva a un planeta en el que estamos llamados a la activación y a la reflexión, si queremos que la humanidad siga existiendo.

Hoy todos podríamos convertirnos fácilmente en flexitarianos, es decir: basar la alimentación en frutas y verduras, con la posibilidad de comer carne, pescado o sus derivados ocasionalmente. Es más, con dejarlos una sola vez a la semana se disminuiría la demanda de lácteos y cárnicos y los empresarios buscarían otras alternativas de productos para vender, lo que llevaría a reducir la ampliación de los potreros y la tala de árboles.

Incluso, estamos en el momento de estimular la ganadería sostenible, pues es posible realizarla de una manera que integren árboles, el forraje y los animales usados para ese fin. Es una apuesta de negocio en la cual debe avanzarse en el mundo entero, indistintamente de los cambios que debemos dar en nuestra cotidianidad.

Colombia tiene una riqueza natural envidiable y esta es una ventaja competitiva con respecto a otras naciones que desearían gozar de nuestra gran biodiversidad. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC, 2022), más de 34,8 millones de hectáreas son destinadas en el país para el ganado, cuando solo 15 millones de hectáreas, aproximadamente, cuentan con suelos aptos para tal fin..

Se ha indicado que el 54% de nuestras tierras tienen vocación de suelos forestales y allí, justamente, está la fauna -con cientos de especies vivas- y la flora -que pueden ayudar a mitigar los impactos del cambio climático.

Según BBC News Mundo (2021), una investigación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU trae entre sus recomendaciones la reducción del consumo de carnes rojas a solo una vez a la semana. Dicha investigación "muestra que el planeta podría cruzar el umbral crucial de 1,5 grados celsius -por encima de los niveles preindustriales- en solo 12 años, lo que, en su criterio, conllevaría a una catástrofe global".

Entre todos podríamos evitar que nuestra mayor riqueza, la natural, se pierda. Pequeños cambios en nuestra vida diaria tienen la posibilidad de convertirse en grandes aportes para la conservación de nuestro planeta: ¿Qué tal si, entre todos, disminuimos el consumo de carne al menos una vez a la semana y así ayudamos al cuidado del mundo entero?