Centros urbanos inteligentes: más allá de la tecnología

01.01.2024

Es hora de definir cómo construir ciudades inteligentes –Smart Cites-, pues la pandemia nos demostró la necesidad de mantener la competitividad y, principalmente, de mejorar las condiciones de vida de las personas: las comunidades más vulnerables se ven constantemente afectadas por la ausencia e imposibilidad de respuesta institucional de manera oportuna.

Con la Covid-19 se agudizó la desigualdad social -enmarcada en posibilidades para unos y necesidades para otros. Esta situación nos obligó a seguir avanzando en comunidad y a entender que lo que vivimos fue una nueva normalidad mundial y que no volveremos a lo que estábamos acostumbrados.

El Banco Mundial estima que en el mundo existen, al menos, 729 millones de personas en condiciones de pobreza extrema -entre 88 y 115 millones más que antes del inicio de la crisis del coronavirus-, el 40% de ellos vive en economías afectadas por los conflictos y la violencia y gran parte en zonas rurales, lo que demuestra que el virus no solo dejó cerca de 4,3 millones de fallecidos en el mundo, sino una recesión económica en la que la población con menos recursos es igualmente la que sufre las mayores consecuencias.

Lo que dejó ver esta situación es que la capacidad de las instituciones y gobiernos que no está a la altura para dar respuestas acertadas al contexto actual: quedó demostrado que siempre son reactivos y no planificadores. 

Sin embargo, los países desarrollados han tenido una ventaja frente a los demás y es que desde tiempo atrás han avanzado en la construcción de ciudades inteligentes.

Una Smart City podría relacionarse con un lugar rodeado de tecnología, conectividad, internet y fuentes de información robustas que permitan tomar decisiones oportunas y acertadas. Sin embargo, podría definirla como un abanico de medidas y combinaciones donde, la tecnología, va de la mano del propósito superior que es ser incluyente, a través de la elaboración y materialización de un plano de accesibilidad donde hay igualdad de condiciones para todos.

Adicionalmente, este espacio también se ajusta a la sostenibilidad ambiental, donde las empresas y sus directores ejecutivos (CEO) inspiran a sus colaboradores, donde la conciencia por el cuidado del planeta es parte de la genética humana y las administraciones públicas construyen infraestructura para generar una mejor calidad de vida.

Es un lugar en el que el consumo y la producción desbordada no son elementos esenciales del voraz capitalismo, donde la virtualidad no es una medida para atender una pandemia o ahorrar costos en las operaciones y sí para centrarse en el bienestar de la gente y su familia, donde las fuentes de información de la ciudadanía no son para vigilarlos o manipular sus comportamientos y sí para anticipar las dificultades que se les puedan presentar y, así, tomar decisiones, que privilegien su bienestar sobre los aspectos económicos.

Una ciudad inteligente hace uso de la tecnología, pero no es la única fuente que usa para lograr los objetivos de ofrecer calidad de vida: es claro que de esta manera le sirve a las personas de manera responsable y oportuna, pero lo importante es lograr la inclusión, y ofrecer las garantías y las oportunidades, que están dadas para todos, mediante decisiones planeadas y políticas públicas como resultado de las necesidades de los habitantes de un territorio.

Se trata de apuntar a la transformación de territorios sostenibles, pero también para acercarnos. Entre todos podemos materializar esto -que alguna vez se pensó como una utopía- escuchando, construyendo y no dividiendo, pues solo trabajando con la participación de todos los sectores lograremos ciudades inteligentes para el beneficio de los humanos y nuestro planeta.